Es la primera vez que se detectan signos del “efecto gloria” en un planeta fuera del Sistema Solar. El fenómeno solo ha sido observado en el planeta Venus.
Los datos proporcionados por la a sonda Cheops de la Agencia Espacial Europea, en conjunto con otras misiones de la Nasa indican que el “arcoiris” se desprende desde la atmósfera de un exoplaneta infernal, por sus altas temperaturas de 2400°C.
De confirmarse, esta primera gloria extrasolar revelará más sobre la formación de WASP-76b, un mundo gigante y gaseoso que se encuentra a unos 637 años luz.
¿Qué es el “Efecto gloria”?
Similar al de un arcoiris, el “efecto gloria” se produce cuando la luz se refleja en nubes formadas por una sustancia perfectamente uniforme pero hasta ahora desconocida. Al menos así lo sugieren los datos recolectados por el Satélite para la Caracterización de Exoplanetas (Cheops).
Sin embargo, aunque el efecto de gloria crea patrones parecidos a un arcoíris, los dos no son iguales. Los arcoíris se forman cuando la luz solar pasa de un medio con cierta densidad a otro con diferente densidad (por ejemplo, del aire al agua).
En cambio, el efecto gloria se produce cuando la luz pasa entre una abertura estrecha, por ejemplo entre gotas de agua en las nubes o en la niebla. De nuevo, la trayectoria de la luz se desvía, creando en la mayoría de los casos anillos concéntricos de color.
Así es que entre el calor y la luz insoportables de la cara iluminada por el sol del exoplaneta infernal WASP-76b y la noche interminable de su lado oscuro, puede estar la primera “gloria” extrasolar.
Un exoplaneta infernal, un descubrimiento extraordinario
Descubierto en 2013, WASP-76b es un mundo ultracaliente parecido a Júpiter. Si bien es un 10% menos masivo que el gigante de nuestro Sistema Solar, casi duplica su tamaño. Al orbitar a su estrella/sol anfitriona doce veces más cerca de lo que el chamuscado Mercurio orbita alrededor de nuestro Sol, este exoplaneta está “hinchado” por una intensa radiación.
Olivier Demangeon, astrónomo del Instituto de Astrofísica y Ciencias Espaciales de Portugal y autor principal del estudio aseguró que se requiere de condiciones muy peculiares para poder captar el fenómeno.
“En primer lugar, se necesitan partículas atmosféricas que sean casi perfectamente esféricas, completamente uniformes y lo suficientemente estables como para poder observarlas durante mucho tiempo. La estrella cercana al planeta necesita brillar directamente hacia él, con el observador –en este caso Keops– en la orientación correcta”, señaló el investigador.
Cheops viene monitoreando intensamente a WASP-76b. Después de 23 observaciones realizadas a lo largo de tres años, los datos mostraron un sorprendente aumento en la cantidad de luz proveniente del “terminador” oriental del planeta, donde la noche se encuentra con el día. Fue esto lo que ayudó a los investigadores desentrañar y limitar el origen de la señal.
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